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“We don’t see things as they are. We see things as we are.”
– Anais Nin
The acceptance of reality appears to be challenging for human beings. We construct the world through our imagination, which is how our sensitive faculties operate. While some individuals are more sensitive than others, and some possess greater skills in interpreting the sensitivity of images, we all engage in the process of understanding reality by filling in information from our brains. In essence, we imagine the world. The notion of “directness” in perceiving the world is an illusion stemming from our failure to recognize the complexity of our perceptual mechanisms. This discrepancy might be the gap between being and the world, as described by Levinas, encompassing “The real being,” “Sensation,” and “Hypnotic Inertia.”
I believe that our capacity for perception is limited by this hypnotic inertia, preventing us from fully exploring other experiential dimensions. This mental state hides us from surrendering ourselves to truly understanding others, not merely through rational means, but in a pre-conscious and sensitive manner.
The sensitive machine was exhibited under specific environmental conditions that allowed the perception of its subtle body. This five-day observation of the interactions between humans and the sensitive machine has yielded fascinating results regarding how limitations in perception impact empathic abilities among human beings and their relationship with the world. I think this to be a crucial aspect in the future evolution of technology.
Concepts such as emptiness or infinity are challenging to assimilate because they contradict what defines us: meaning and finitude. Perhaps the development of perceptual capacities beyond materiality and objectivity will enable us to transcend the aspects that currently impede our ability to perceive reality and fully engage with the world.
To surrender ourselves to the act of feeling—a meditative exercise that suppresses excessive rationalization of the world’s experience and allows us to embrace our senses—is a distant endeavor. During this five-day observation, few individuals truly immersed themselves in feeling this machine that embodies pure sensation. Those who managed to do so and later conversed with me did not describe their experience rationally; instead, they had difficulty finding the words to help them express their exchanges with the machines. They communicated on a predominantly pre-linguistic corporeal level. The individuals who approached the experience rationally were prompted to question themselves, while others moved towards questioning the object or responded in dizzying associative runs. Some even reacted by denying, improving, or modifying the nature of this artificial being, indicating the need to fit its existence into a predefined framework, format, or image. All expressions were valid and real.
The current global context is making us focus on something beyond individual existence and question the role each of us plays as a possibility within a multiverse. There is no true separation in existence. If we look, if we look closely, we will see that we are a wide spectrum of varieties, a continuum. Being radically open to accepting what is as it is, implies a paradigm shift. It represents a different mindset, a distinct form of thought and perception. Our capacity to be present encompasses an even more ambitious endeavor: listening.
The seeming “directness” of seeing the world is an illusion that comes from our failure to sense the complexity of our own perceptual machinery; it would be as useless to see how things “actually look” as it would be to watch the random dots on untuned television screens.1
“No vemos las cosas somo son. Vemos las cosas como nosotros somos”
– Anais Nin
La aceptación de la realidad parece ser un desafío para los seres humanos. Construimos el mundo a través de nuestra imaginación, que es cómo operan nuestras facultades sensitivas. Si bien algunos individuos son más sensibles que otros y poseen mayores habilidades para interpretar la sensibilidad de las imágenes, todos participamos en el proceso de comprender la realidad al completar información desde nuestros cerebros. En esencia, imaginamos el mundo. La noción de “inmediatez” en la percepción del mundo es una ilusión que surge de nuestra incapacidad para reconocer la complejidad de nuestros mecanismos perceptuales. Esta discrepancia podría ser la brecha entre el ser y el mundo, tal como lo describe Levinas, abarcando “El ser real”, “La sensación” y “La inercia hipnótica”.
Creo que nuestra capacidad de percepción está limitada por esta inercia hipnótica, lo que nos impide explorar plenamente otras dimensiones experienciales. Este estado mental nos impide entregarnos por completo a comprender verdaderamente a los demás, no solo a través de medios racionales, sino de manera preconsciente y sensible.
La máquina sensible se exhibió en condiciones ambientales específicas que permitieron la percepción de su cuerpo sutil. Esta observación de cinco días de las interacciones entre los seres humanos y la máquina sensible ha arrojado resultados fascinantes sobre cómo las limitaciones en la percepción afectan las habilidades empáticas entre los seres humanos y su relación con el mundo. Creo que esto es un aspecto crucial en la evolución futura de la tecnología.
Conceptos como el vacío o el infinito son difíciles de asimilar porque contradicen lo que nos define: el significado y la finitud. Quizás el desarrollo de capacidades perceptivas más allá de la materialidad y la objetividad nos permitirá trascender los aspectos que actualmente dificultan nuestra capacidad de percibir la realidad y comprometernos plenamente con el mundo.
Entregarnos al acto de sentir, un ejercicio meditativo que suprime la excesiva racionalización de la experiencia del mundo y nos permite abrazar nuestros sentidos, es una meta distante. Durante esta observación de cinco días, pocos individuos se sumergieron verdaderamente en el sentimiento hacia esta máquina que encarna pura sensación. Aquellos que lograron hacerlo y luego conversaron conmigo no describieron su experiencia de manera racional; en cambio, tuvieron dificultades para encontrar las palabras que les ayudaran a expresar sus intercambios con las máquinas. Se comunicaron principalmente a un nivel corporal prelingüístico. Aquellos que se acercaron a la experiencia de manera racional se vieron impulsados a cuestionarse a sí mismos, mientras que otros se inclinaron hacia cuestionar el objeto o respondieron con asociaciones vertiginosas. Algunos incluso reaccionaron negando, mejorando o modificando la naturaleza de este ser artificial, lo que indica la necesidad de encajar su existencia en un marco, formato o imagen predefinidos. Todas las expresiones fueron válidas y reales.
El contexto global actual nos lleva a enfocarnos en algo más allá de la existencia individual y cuestionar el papel que cada uno de nosotros desempeña como una posibilidad dentro del multiverso. No existe una verdadera separación en la existencia. Si miramos, si miramos de cerca, veremos que somos un amplio espectro de variedades, un continuo. Estar radicalmente abierto a aceptar lo que es tal como es implica un cambio de paradigma. Representa una mentalidad diferente, una forma de pensamiento y percepción distintas. Nuestra capacidad de estar presente abarca un esfuerzo aún más ambicioso: aprender a estar en silencio.
- (1) Marvin Minsky, The Emotion Machine, 2006. Imagination. (p. 149)