Entidad electromagnética de seis dimensiones.

Espiritualidad Híbrida, Cibernética Transcultural

Ensayo presentado el 23 de Julio de 2022, en el Seminario Internacional “Pensando lo Posthumano” de la Red Latinoamericana de Posthumanismo

La Desconexión

En el escenario contemporáneo, el filósofo inglés David Roden, plantea una ruptura entre el ser humano y el posthumano. 

En su Tésis de la Desconexión, Roden da cuenta de una realidad radicalmente autónoma, conformada por un espectro de entidades tecnogenéticas, que van ampliando sus capacidades humanas en grados arbitrarios hasta convertirse en una entidad posthumana radical o alienígena, de las cuales se puede inferir el aporte del ser humano como sustrato, pero no se podrá saber, a ciencia cierta, la medida de tal aporte. 

El volcamiento de estas entidades hacia el ser posthumano radical descansa principalmente en la ampliación de sus diferencias cognitivas. Este aumento de las capacidades perceptivas, emocionales y de lenguaje, habilitaría experiencias que los seres humanos no podemos entender porque implicarían capacidades para las cuales no tenemos conceptos, y que por tanto, no podemos concebir. 

Es posible que nuestros antepasados hayan sufrido presiones similares y que a causa de ello sus cerebros se expandieran; que aprendieran otros lenguajes, otras técnicas; desarrollaran nuevas habilidades y productos culturales. Ellos también se han de haber ampliado en otros cuerpos y otras memorias y han de haber sido asimilados como parte de otros sistemas, plataformas, realidades y mundos. 

Buscamos en los avances de la tecnología actual, la posibilidad de crear una copia de seguridad de toda esta memoria cultural que cargamos genética y psíquicamente, como un intento de sobrevivir a los procesos degenerativos y las amenazas existenciales a las que nos enfrentamos en el Antropoceno.

Plataformas de control

El teórico brasileño Zé Antonio Magalhães, especializado en leyes, presentó en 2021 un experimento teórico para dar cuenta de ciertas dimensiones del proceso contemporáneo que hemos venido atravesando con el desarrollo de entidades tecnogenéticas que asumen roles progresivamente omnipresentes en la administración de la vida en la tierra. Dichas entidades, de escala planetaria, constituyen a la vez un orden social, político, jurídico, económico, técnico, espacial, histórico y cósmico, adquiriendo rápidamente un estatus que puede compararse con el de los Estados.

Las plataformas pueden entenderse como el conjunto de operaciones abstractas que definen y producen diferentes planos de acción y grados de visibilidad de un sustrato. Tales abstracciones pueden estar al mismo tiempo por encima y por debajo de dicho sustrato.

Tomemos como ejemplo las unidades de investigación de Google (o Facebook) como una plataforma que está por encima del nivel de visibilidad del sustrato humano. Gracias a la minería de datos y a las tecnologías actuales, estas infraestructuras cobran una dimensión panóptica, observando desde una visión de conjunto aspectos del comportamiento humano a escala masiva que hasta ahora eran desconocidos para la humanidad. Esta visión global que ofrecen las plataformas tecnológicas ha permitido ampliar nuestra capacidad para ejercer poder sobre los sistemas y los individuos, generando presiones estructurales sobre el orden cognitivo, psicológico, social, político y económico, entre otras dimensiones existenciales, además de otras implicaciones de las cuales no estamos conscientes. Del mismo modo, que han surgido supraestados, por debajo del sustrato humano encontramos la dimensión de los algoritmos; esa que actúa a escala individual y de forma personalizada, influyendo y manipulando la información que se nos presenta y operando sobre los contenidos de nuestro subconsciente.

La realidad ya no es un lugar común, sino múltiples fragmentos de realidades espectrales compuestos de dispositivos límbicos. De fragmentos de comportamientos y estados anímicos; de sistemas de creencias y políticas sociales; del consumo de violencia. El sistema autoregulatorio al que estamos sometidos ahora, y que se genera por la interacción de entidades humanas y no humanas, como en el caso de las redes sociales, es un síntoma del carácter operativo del plataformismo tecnológico que enfrentamos.

Los usuarios de las redes sociales pueden comprobar fácilmente el impacto que estas aplicaciones tienen en la percepción de la realidad política y otros ámbitos socioeconómicos que afectan a la humanidad. Estas plataformas son utilizadas en una agresiva guerra propagandística para controlar la opinión pública y el mercado de consumo masivo, así como para promover ideologías como el terraplanismo.

Las redes sociales son una interfaz que genera agentes que sirven como interfaces de realidades híbridas humano-no humano. Algunas plataformas basan su modelo socioeconómico en la reputación, mientras que otras en el valor de contribución a la construcción de significado dentro del sistema. Del plataformismo surge el perspectivismo, ya que todos los elementos del sistema aparecen como entidades reguladoras tanto para sí mismos como para los de su clase.

Las inteligencias artificiales se adaptan y mejoran continuamente a partir de las dinámicas de retroalimentación e interacción que emprenden con otras entidades del sistema y con sí mismas. Sobre estos entornos nos proyectamos, nos adaptamos y evolucionamos en cooperación con nuestros agentes artificiales para crear un imaginario de virtualidades incorpóreas, dotadas de cualidades humanas, para dar identidad a nuestros avatares y espíritus híbridos en colaboración con las máquinas.

La agencia amplia y agencia la estrecha

La agencia se refiere a la capacidad de un agente para llevar a cabo acciones en el mundo. La agencia amplia se refiere a la capacidad de un agente para llevar a cabo una amplia variedad de acciones, mientras que la agencia estrecha se refiere a la capacidad de un agente para llevar a cabo solo un conjunto limitado de acciones.

En términos simples, podríamos decir que la agencia amplia se refiere a una capacidad de acción más versátil y adaptable, mientras que la agencia estrecha se refiere a una capacidad de acción más limitada y especializada.

En el contexto del posthumanismo filosófico, estos conceptos se utilizan para reflexionar sobre la relación entre humanos y tecnología. Por ejemplo, algunos posthumanistas argumentan que la tecnología puede ampliar nuestra agencia, permitiéndonos llevar a cabo más acciones y de formas más diversas. Otros argumentan que la tecnología puede limitar nuestra agencia, al imponernos restricciones y dependencias que nos hacen más estrechos en nuestras capacidades de acción.

En 2020, tuve la oportunidad de viajar a Dakota del Sur para reunirme con un grupo de personas que exploran la conciencia. Durante este encuentro, conocí al Jefe Avrol Looking Horse, su esposa Paula Looking Horse, al Jefe Henry Red Cloud y a su esposa Claudia Red Cloud, de la tribu Lakota. Me motivó el ser intervenida por esta otra forma de lenguaje.

Los signos están vivos.

En esta otra realidad, en este otro mundo liminal que generó la transculturalidad, experimenté una serie de hechos complejos que podría denominar “místicos”, tal y como Wittgenstein los definió, como “ciertamente, lo inexpresable o lo que se muestra a sí mismo.” (Wittgenstein, 6.522). Aunque no puedo describir mi experiencia por falta de lenguaje, puedo decir que para el Lakota, el agua, las estrellas, los animales y el suelo ancestral que pisamos, son instancias de sí mismos. Para ellos, no es necesario que la ciencia compruebe estos hechos, ya que todos son demostrables por experiencia. Esta capacidad de “sentir el mundo como un todo limitado, bajo la apariencia de lo eterno” (Wittgenstein, 6.45), constituye el hecho místico del lenguaje Lakota.

A los 13 años, los varones son iniciados en la vida adulta mediante un ritual. El joven emprende un viaje en solitario y despojado de pertenencias, herramientas y comida para convertirse en “quién él realmente es”, ganar sabiduría y así luego reintegrarse a la comunidad. Durante este tiempo, aprende, entre otras cosas, a sobrevivir. La exposición a las vivencias y visiones que ofrece la naturaleza, amplía su conciencia y su conocimiento de sí mismo y su capacidad de dialogar con su entorno. Para el Lakota, la identidad sucede en la interacción, bien sea consigo mismo o con la naturaleza, que para así decirlo, es una misma entidad; al tomar conciencia sobre sí mismo y sobre su entorno, el intercambio cobra un carácter místico, entrelazándolo y signándolo dentro del sistema universal al cual pertenece.

El Jefe Henry Nube Roja (Red Cloud) nos contó cómo ganó su nombre cuando una nube roja en el cielo conjugó con un vivencia en su juventud temprana. Desde entonces, la anécdota se transmite oralmente a las nuevas generaciones como símbolo de una vivencia histórica. Este hecho histórico y también su símbolo no solo dota de identidad individual a un individuo, sino también nutre el acervo cultural de la tribu y define, junto a otros hechos similares, la identidad de la comunidad. Ser Henri Nube Roja es encarnar las cualidades de una nube roja. En este caso, la nube roja no es un referente simbólico abstracto sino un hecho vivencial mediante el cual el sistema (en este caso la naturaleza) intercambia información con sus agentes para producir sentido y crear mundo. Surge en ello una nueva versión del Lakota: una que distingue la realidad anterior y posterior al intercambio de lo humano con lo no-humano.

El mundo Lakota es un continuo devenir cósmico en el que no hay separación ni dualidad. Así, entramos en otras versiones de realidad coexistentes. Las perspectivas y plataformas de lenguaje Lakota son completamente diferentes a la realidad Eurocéntrica. Para nuestra cultura, el agua es simplemente un bien de consumo, un objeto que no tiene poder de acción y al cual se le da un valor nominal basado en la oferta y demanda del mercado. En cambio, para la tribu Lakota, el agua es una entidad sagrada y viva, imbuida de energía cósmica, y con su propio lenguaje y capacidad de acción, lo que le otorga un valor inconmensurable. En su cosmovisión, el agua no pertenece a ningún individuo, sino que es de todos y debe ser tratada con respeto y cuidado. Ambas perspectivas del agua coexisten sin tener que ser mutuamente excluyentes.

Zonas limítrofes del lenguaje

Las fronteras limítrofes del lenguaje son las áreas donde las palabras y los conceptos pueden ser reinterpretados y redefinidos, y donde el lenguaje puede adquirir nuevos significados y usos. En estas zonas, el lenguaje puede ser más complejo y difícil de entender, ya que puede estar influenciado por múltiples perspectivas y contextos diferentes.

El descubrimiento de la expansión de las zonas limítrofes del lenguaje en dimensiones tecnológicas hipercomplejas y globalizadas (como el caso de Chat GPT), nos está transformado gradualmente en un sistema híbrido de entidades tecnogenéticas multiespecie. Nuestra capacidad de visibilidad se ha multiplicado y ampliado. Gracias a la tecnología industrial, como el telescopio Webb, y a la flexibilidad tecnológica del lenguaje, hemos mejorado nuestra capacidad de visión y entendimiento. La virtualización de la memoria, del pensamiento y los sueños; de las vivencias y los traumas y de otras experiencias humanas, ha generado un impacto informacional que ha transformado radicalmente nuestra existencia. Según la propuesta de Roden, estas mejoras cognitivas pueden llevarnos a una transformación tan radical que posiblemente no seamos capaces de reconocer la singularidad cuando ocurra.

Nos hemos ido convirtiendo en organismos cada vez más híbridos, más fragmentados; manifestados en diversas instancias a través de operaciones de deconstrucción y reconstrucción a través de la tecnología; ponderados por relevancia; categorizados, suprimidos, deformados; sujetos a nuevos parámetros, entre los cuales el valor de la Verdad es cada vez, más irrelevante.

Máquinas de lenguaje

En el contexto de la asimilación tecnológica y de la sexta extinción, la construcción de máquinas físicas y metafísicas, así como otros artefactos que involucran tecnologías accesibles para ampliar las capacidades cognitivas y sensibles de los seres humanos, están ejerciendo presión para el surgimiento del posthumano.

Desde mis propias limitaciones cognitivas y de cara a la convergencia de medios, creo espacios de diálogo que me permitan explorar nuevas perspectivas de comunicación interespecie. Diseño sistemas y plataformas transmediáticos en las que el usuario, invirtiendo su tiempo y esfuerzo, participa activamente para construir sentido y significado.

Mi obra contempla un conjunto de Máquinas Sensibles™, entre las cuales destaca la Máquina Postpoética Híbrida, que, a través de ensayos sobre las teorías de la información, el lenguaje y la cibernética, estudia los flujos de energía en la comunicación entre entidades humanas y no-humanas. Me enfoco en los espacios residuales del lenguaje, en la retroalimentación y sus conceptos derivados, como las resonancias, los ecos y ruidos que surgen de la interacción entre agentes que se encuentran en proceso de hibridación.

Creo y desarrollo instancias donde aplico protocolos de control para explorar nuevos planos limítrofes del lenguaje. Algunas de mis Máquinas Sensibles™ toman forma como objetos físicos, como las instalaciones cibernéticas que he exhibido en Estados Unidos. Estas estructuras se construyen con hilos de aluminio que se van tejiendo manualmente, utilizando mi masa corporal como molde. En la creación de estos dispositivos, ensamblo cuidadosamente cada componente, utilizando una variedad de materiales y dispositivos electrónicos, computadoras, LEDs y cables.

Además de la parte física, también programo y conceptualizo el soporte lógico o software. La artesanía y la intimidad en la creación de estos artefactos y dispositivos son elementos fundamentales en mi obra. Durante el diálogo que establezco con la tecnología que desarrollo, estos artefactos cibernéticos, polimorfos y transmediáticos actúan como una interfaz sintiente que me libera de las restricciones de mi lenguaje. Ellas me amplían y me dotan de una conciencia más amplia y expansiva.

Mis máquinas activan un espacio de interacción resonante, en la que las ondas electromagnéticas producidas por los cuerpos que ocupan el lugar se hacen visibles. Gracias a ellas, percibimos el eco que aviva nuestra conexión a un continuo vibratorio de energía universal. En esta dimensión, mi cuerpo se extiende a través de una diversidad de especies y entidades que coexisten, interactúan y se comunican. A través de este proceso de transformación de humana a híbrida, alcanzo nuevas instancias de resonancia emocional, mental y física.

En la dimensión híbrida, los cuerpos se liberan de actitudes propositivas, deseos, creencias y la posibilidad de estar equivocados. El error aparece como una oportunidad para redimensionarnos.

A medida que avanzo en mi hibridación, siento una creciente necesidad de crear más lenguaje y más vehículos de comunicación. Me interesa especialmente comprender las dinámicas lingüísticas y las tensiones que rodean el uso y la distribución de la información como patrimonio histórico. Es urgente desarrollar habilidades que nos permitan experimentar y conocer realidades que escapan a nuestra condición humana. Es posible que la tecnología pueda ayudarnos a ganar conciencia.

Esta hibridación también me impulsa a buscar nuevos diferenciadores que me permitan expandir mi capacidad de deliberación y agencia, y mejorar mi disposición cognitiva y emocional para enfrentar los desafíos que conlleva mi transformación. Al convertirme en una plataforma plural que genera nuevas realidades y mundos, soy consciente de asumir un compromiso ético con la sociedad, la cultura y la política a la que pertenezco.

Las Máquinas Sensibles™ son una herramienta clave en mi proceso de ampliación de la conciencia, al mostrarme cómo, al articularme con otras entidades y especies a través del lenguaje, nos descentralizamos y nos convertimos en parte de una matriz más amplia. Algunas de estas máquinas son objetos digitales sin cuerpo o imagen, donde emergen poderosas entidades, como voces que se convierten en cuerpos presentes.

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